Día del Gallo
El día 3 de diciembre, tras la misa mayor, todos los chicos y chicas entre 9 y 14 años se reúnen para elegir al «obispo».
Los «mandones» (niños y niñas que participan por última vez) reparten la baraja entre todos los demás y a quien le toca el as de oro será el «obispo».
El día 6 de diciembre, San Nicolás, salen a recorrer el pueblo con sus canciones para pedir donativos por las casas, con el fin de celebrar, posteriormente, una merienda.
En la puerta de cada vivienda cantan:
San Nicolás coronado
Obispo fue muy honrado
Ale ale aleluya
Todo por Santa María
Viva el obispo
Muera el gallo
Cuatrocientos y un caballo
Aquí estamos cuatro
Cantaremos dos
Una limosnica
Por el amor de Dios
Si nos dan, no nos dan
Las gallinicas cantarán
Tris tras.
Lo normal es que a esta llamada se responda con un donativo y el «obispo» les dé la bendición. Pero si en algún caso no hubiera respuesta, los niños insistirán cantando:
San Nicolás en la puerta
Esperando la respuesta
Con el capuchino blanco
Que reluce todo el campo
Campo chiquito, campo mayor
Campo la reina de nuestro Señor
Si nos dan, no nos dan
Las gallinicas cantarán
Tris tras.
El origen de esta fiesta se pierde en la memoria de los tiempos, pero sí podemos decir que su nombre proviene de una parte de la fiesta que hace muchos años se ha perdido: el día de la Inmaculada, tras la misa mayor, los niños participantes en la fiesta simulaban matar a un gallo situado a los pies del «obispo», a la vez que cantaban cancioncillas. Este gallo era el que posteriormente se lo comían en la merienda. La tradición se perdió, a principios del siglo XX, el día en que una coplilla no le hizo mucha gracia al Sr. Alcalde a quien se aludía en ella. La coplilla decía así:
Con los bigotes del amo y la nariz de la dueña,
se puede hacer este gallo sin necesidad de leña.